NUESTRO ROL COMO FISIOTERAPEUTAS ES FACILITAR EL DESARROLLO MOTOR FUNCIONAL.

Ramón Romero 

Fisioterapeuta y terapeuta ocupacional, con un máster en Antropología Física y Forense y un máster en Investigación de los Trastornos del Movimiento y Alteración Funcional. Ha sido docente e investigador en la Universidad de Granada, donde ha publicado varios artículos científicos sobre envejecimiento y cuidadores, y ha participado como ponente en congresos internacionales.

Actualmente vive en Mallorca, donde dirige su propia empresa de fisioterapia y terapia ocupacional a domicilio. Además, se dedica a la divulgación científica en redes sociales y colabora como experto en salud en el canal autonómico IB3. Su labor se centra en visibilizar y empoderar a cuidadores y personas mayores, promoviendo el autocuidado y el envejecimiento activo con contenidos prácticos y basados en la evidencia científica.


Hace justo un año lideraste un evento solidario para recaudar fondos con un objetivo muy claro: construir una sala multisensorial para tratar a niños con autismo. ¿Cómo surgió esta idea?

Fue una mezcla de intuición clínica, experiencia personal y compromiso social. Yo acababa de llegar a la isla, y colaboraba con una asociación de niños con autismo y recursos limitados. En mi día a día, veía que muchos niños con autismo llegaban a consulta con enormes dificultades sensoriales: no toleraban el tacto, rechazaban ciertos sonidos, o necesitaban moverse de forma constante para autorregularse. Entonces me pregunté: ¿qué podemos hacer más allá de las sesiones?

Así nació la idea de crear una sala multisensorial adaptada a las necesidades del neurodesarrollo. Junto a la asociación, organizamos un evento que combinaba arte y música. La respuesta fue increíble: recaudamos más de 18.000 € en una sola jornada, que permitieron hacer realidad un espacio terapéutico que actualmente se está construyendo. 

¿Y cómo puede un fisioterapeuta utilizar una sala multisensorial en la rehabilitación de niños con autismo?

Una sala multisensorial es una herramienta terapéutica potentísima. Desde la fisioterapia, la empleamos con objetivos concretos:

Regulación del sistema vestibular y propioceptivo: columpios, plataformas oscilantes, circuitos motores adaptados que ayudan a mejorar el equilibrio, la planificación motora y la estabilidad emocional.

Discriminación táctil y motora fina: materiales de diferentes texturas, presiones y temperaturas que favorecen el desarrollo sensorial y motor coordinado.

Control postural y movimiento funcional: en un entorno lúdico y motivador.

Autorregulación: luces suaves, música controlada, y estructuras tipo “cueva” o “rincones” que ofrecen un entorno predecible y seguro, reduciendo la ansiedad y facilitando la participación activa.

Hay estudios (Case-Smith et al., 2015; Schaaf et al., 2014) que avalan el uso de entornos multisensoriales para mejorar la conducta adaptativa y la participación funcional en niños con TEA. Pero insisto: el fisioterapeuta debe tener formación específica en integración sensorial para intervenir con criterio y no convertir el espacio en una simple “sala de juegos”.

Muchas personas no relacionan fisioterapia con autismo. ¿Cuál es nuestro papel en este campo?

La fisioterapia en el TEA es todavía poco conocida, pero hay mucha evidencia que la respalda. Hasta el 87% de los niños con autismo presenta algún tipo de alteración motora: torpeza, hipotonía, problemas de equilibrio, dificultad para planificar movimientos, etc. (Bhat, 2021).

Nuestro rol como fisioterapeutas es facilitar el desarrollo motor funcional, la integración sensorial y, sobre todo, la participación activa en la vida diaria. Eso incluye desde ayudar a un niño a subir escaleras solo, hasta mejorar su postura para escribir o jugar.

También tenemos un papel fundamental en educar a las familias, adaptar los entornos y trabajar de manera coordinada con terapeutas ocupacionales, logopedas o psicólogos.

¿Cómo se trabaja de forma interdisciplinar en el abordaje del autismo desde la fisioterapia?

La clave está en la comunicación, compartir objetivos funcionales y respetar las competencias de cada profesional. El trabajo interdisciplinar no es simplemente que varios especialistas traten a la misma persona, sino que lo hagan desde una lógica común, basada en la participación y la funcionalidad.

Por ejemplo, si un niño tiene dificultades para subir escaleras, el fisioterapeuta puede trabajar fuerza y coordinación, el terapeuta ocupacional puede ayudar a integrar esa tarea en la rutina diaria del hogar, y el psicólogo puede abordar las barreras emocionales que interfieren. Todos aportamos, pero cada uno desde su especialidad.

La sala multisensorial, además, se convierte en un espacio compartido que favorece esa colaboración: puedes tener una sesión conjunta donde se trabaje regulación emocional, integración sensorial y movimiento funcional al mismo tiempo. Y eso es muy potente.

¿Y a las familias?

Que no están solas. Que busquen equipos donde se escuche a su hijo y se entienda su forma única de moverse y sentir. Que el movimiento también puede ser una herramienta de conexión, no solo de terapia. Y que una intervención temprana, individualizada y con objetivos reales puede cambiarlo todo.

¿Qué significa para ti haber creado ese espacio multisensorial?

Actualmente no existen salas multisensoriales en la isla para niños con autismo, así que esto significa abrir una puerta donde antes había un muro. Significa transformar la solidaridad en resultados tangibles. Pero, sobre todo, significa ayudar a estos niños a vivir su vida desde su propio punto de vista, y hacer que se integren en la sociedad.

Y desde la fisioterapia, ese es nuestro reto: no solo mejorar funciones, sino devolver sentido y participación a cada gesto.

Después del éxito del evento benéfico del año pasado, ¿tienes en mente nuevos proyectos solidarios vinculados a la fisioterapia y el impacto social?

Sí, y con muchísima ilusión. El evento que hicimos para construir la sala multisensorial fue solo el comienzo. Desde entonces he seguido colaborando con distintas entidades como RANA, que lucha contra el abuso infantil, o ASPANOB, que acompaña a niños con cáncer. Estas Navidades incluso me vestí de Papá Noel en un evento solidario, y fue una experiencia preciosa.

Ahora estamos valorando organizar un nuevo evento benéfico para seguir recaudando fondos, quizás enfocado en niños con enfermedades oncológicas o en personas mayores en situación de vulnerabilidad. Y lo más bonito es que no quiero hacerlo solo: estoy completamente abierto a que otras asociaciones me escriban, me cuenten sus ideas, y podamos construir algo juntos. Si hay un proyecto con sentido y corazón, yo me sumo.

Para mí, la fisioterapia no solo es rehabilitación. Es también una forma de estar en el mundo, de tender puentes, de cuidar a quien más lo necesita. Y si a través de mi trabajo puedo mejorar la calidad de vida de alguien, o simplemente arrancarle una sonrisa, entonces siento que voy por el camino correcto.

19 de Mayo de 2025

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